Evaluar ¿para aprender?



Al finalizar el semestre en mi Universidad siempre me encuentro con la misma pregunta: ¿para qué y para quién estamos evaluando? Al inicio del curso les indico a los estudiantes que tienen que revisar el programa de estudios (como un ejemplo aquí está el de la materia de Mecánica I) y que su calificación  estará dada según su desempeño en los exámenes escritos parciales (50%) y el restante 50% se repartirá entre tareas, prácticas de laboratorio y otros trabajos. Este esquema no es diferente al que yo experimenté en mi propia formación profesional.  Ahora como profesor percibo ciertas señales que muestran que hay algo que no está funcionando bien con esta manera de evaluar: 

Mis estudiantes, al acercarse el final del semestre, me preguntan si van a pasar o no. Con frecuencia les pregunto también cómo les va en otras materias y en general la respuesta no varía mucho: no lo saben con certeza. Este problema se agrava porque los profesores nos tardamos mucho en entregarles los exámenes y tareas calificadas.

En la UACM el proyecto educativo plantea separar la evaluación para el aprendizaje de la evaluación para certificar. En las clases de Física esto se traducía en la aplicación de un examen final para certificar la materia que muy pocos estudiantes lograban pasar, por lo que cambiamos a un sistema de exámenes parciales. Con este cambio tenemos más estudiantes aprobados, sin embargo no se modificó el tipo de ejercicios de los exámenes similares a los problemas de final de capítulo de los libros de texto universitario. 

Mi oficina se encuentra llena de tareas y exámenes de estudiantes de semestres pasados. ¿De qué me sirve a mi quedarme con estos trabajos?, ¿no les debería de haber servido a los estudiantes tener estos exámenes para retroalimentarse y tener una referencia para mejorar su aprendizaje? Mi impresión es que estamos evaluando con el propósito de poner una calificación, lo que no necesariamente implica aprender. Además, los estudiantes no tienen claro qué estamos esperando de ellos. El reto sería entonces diseñar una evaluación para el aprendizaje, con retroalimentación efectiva, donde los estudiantes tengan idea de los propósitos de aprendizaje del curso, así como los ejercicios y tareas que sustentan que se haya conseguido este aprendizaje.

Recomiendo ver la conferencia de Eric Mazur, profesor de Física de Harvard en su conferencia: Assessment, the silent killer of learning, que se traduce algo así como la evaluación, el silencioso asesino del aprendizaje.



Eric Mazur concluye que la manera tradicional de evaluar fomenta que los alumnos estudien únicamente para los exámenes, haciendo énfasis en memorizar datos y recetas de cocina para resolver problemas, dejando a un lado el desarrollo de habilidades de pensamiento superior. El resultado es que la evaluación se enfoca en clasificar y no en desarrollar las habilidades necesarias para el siglo XXI. Para cambiar esta situación, Mazur propone cuatro tareas que se pueden realizar desde los salones de clase:
  1. Una alternativa al examen tradicional consiste en realizar una evaluación de carácter individual, para después realizar una segunda parte en donde tienen que revisar sus respuestas en equipo y discutirlas para proponer una respuesta consensuada. La primera parte tiene un valor del 50% de la calificación y la parte grupal otro 50%. Este método está basado en la técnica Instant Feedback Assessment Technique desarrollado a partir del enfoque aprendizaje basado en equipos.
  2. Concentrarse en la retroalimentación y no en la clasificación. También considera fundamental desarrollar la evaluación por pares y el autoaprendizaje, lo que conllevaría a que el estudiante desarrollara habilidades metacognitivas.
  3. Planear la clase a partir de los resultados que queremos obtener, es decir en lo que esperamos que los estudiantes puedan hacer, para a partir de ahí diseñar el curso necesario para cumplir estos objetivos. Este enfoque, llamado diseño inverso (backwards design) pone el foco en las habilidades y no en los contenidos, que es normalmente desde donde se planea un curso.
  4. El último punto introduce el problema de ser a la vez facilitador y juez del aprendizaje de nuestros estudiantes. La solución sería traer colegas que ayuden a juzgar si se cumplieron los objetivos de aprendizaje. 

Muchas de estas recomendaciones se encuentran plasmadas en el proyecto educativo de mi Universidad y algunas de ellas algunos profesores las llevamos a cabo, pero me parece que reflexionar y discutir de manera colectiva alrededor de una evaluación diferente que parta desde lo que queremos que sepan hacer nuestros estudiantes, puede conllevar a realizar un cambio profundo en nuestra práctica profesional y que nos lleve a crear un ambiente de buen aprendizaje. ¿Qué otras propuestas de evaluación conoces que podrían contribuir a este propósito?

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